Medea: entre nosotros.

Medea entre nosotros

"La naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultural, adquirida"
Simone de Beauvoir

"Las palabras no pueden evitar nada y sin embargo hay que decirlas" dice Jasón en una de las tantas Medeas escritas a lo largo de 2500 años. El mito siempre hizo referencia a pulsiones propia de lo humano, a un orden superior de las cosas del mundo, inexplicable o inasible, ligado al horror de la percepción, pero que el habla no alcanza a nombrar. Así es que los dramaturgos (Eurípides, Séneca, Anohuil, etc.) han ido construyendo una estructura formal para señalarnos que allí hay un pozo de profundidad inestimable. Vemos la cerca que lo rodea (posible estructura dramática) hecha de situaciones, acciones y textos, vemos las señales de una frontera infranqueable pero aquello que nos atrae, con fascinación y horror a la vez, no puede ser visto. Pero sí percibido.
Para eso están los actores, metáforas puras y encarnadas que nos acompañan hasta ese umbral donde cada espectador puede encontrarse con el hombre y la mujer que ha sido a través de los tiempos, aquél, aquella que pervive con fuerzas que atacan los principios de realidad, una otra naturaleza, tangible en lo real de los sueños y sobre las cuales, la palabra, los órdenes establecidos por la razón en todas sus formas posibles, necesariamente han fracasado. A este fracaso lo llamamos cultura occidental.
Seguimos siendo los mismos que fuimos en el principio de los tiempos, frágiles criaturas inquietadas por fuerzas que no comprendemos y que por desesperación damos en llamar odio, amor, pasión…
Medea viene a recordarnos esto.
Medea está entre nosotros.

Gustavo Guirado

Crítica Medea: Página 12 - 31/01/07


Extracto del Diario Pagina 12 - 31 Enero 2007

Por Cecilia Hopkins


En la muestra neuquina, que termina mañana, se destacaron Medea, en una versión libre, y El lobo, de Pablo Rotemberg.

Dirigida por Gustavo Guirado, la Medea que presentó el grupo rosarino Punto “O” Teatro es de una fuerza concentrada, demoledora. Aunque dé comienzo con un despreocupado juego infantil a cargo de las niñas Lucila Díaz y Laura Diez, no tarda en instalarse en escena un clima de tenebrosa densidad. La obra desarrolla en singular versión –una vez leídas las Medea de Corneille, Anohuil, Heiner Müller, entre muchas otras–, la historia de la temperamental esposa –interpretada por Vilma Echeverría– que asesina a su hija, tras ser abandonada por el marido. La puesta propone un marco doméstico extrañante, dominado por una vieja heladera, sostén de potentes imágenes que traducen el desasosiego y la violencia que experimentan los protagonistas. “Uno genera lenguaje artístico cuando no puede nombrar algo, en este caso, los deseos y las pulsiones que son comunes a todos los seres humanos, que los griegos supieron percibir tan bien. El de Medea es un acto extremo relacionado con el amor, porque la idea de venganza no es suficiente para nombrarlo”, afirma el director en conversación con este diario. Guirado recurrió a actores que supieran trabajar desde sí mismos más que componer un personaje desde la representación de un rol. “Es imposible no ser contemporáneo así uno haga un clásico –opina el director–. Por eso, la historia que hemos vivido o la que hemos recibido de nuestros padres siempre aparece en nuestro imaginario.” Guirado lo dice porque imaginó desde el inicio de esta puesta que Creonte, poderoso representante de las leyes civiles, y el aguerrido Jasón, esposo de Medea (ambos interpretados por Ricardo Arias), representan por una parte el poder absoluto y, por la otra, “al que fue de izquierda y que, abandonando toda posición revolucionaria se vuelve lenguaraz del menemismo”.

Critica Medea: Diario Clarin, por Olga Cosetino

Clarin - 31.03.2005

TEATRO XX FIESTA NACIONAL DEL TEATRO


Los griegos, siempre clásicos
Una versión de "Medea", por el grupo Punto O, de Santa Fe, entre lo más destacado.


Por Olga Cosentino.

Entre las seis de la tarde y la madrugada, en las ciudades rionegrinas de General Roca, Cipolletti y Villa Regina se registran por estos días temperaturas extremas. El aire es seco frío en el Alto Valle, la zona que supo ser un desierto salitroso hasta principios del siglo XX y hoy es un jardín frutihortícola. Pero la atmósfera se enciende en las salas, galpones y centros culturales donde, a dos pesos la entrada, la XX Fiesta Nacional del Teatro reúne un público predominantemente joven que agota sillas, butacas, gradas y pasillos para ver en una semana una cantidad de espectáculos que acaso no le sea posible ver a lo largo de un año.





Si bien no es vivido como una expresión de identidad regional del tipo de la tradicional Fiesta de la Manzana (de hecho la Fiesta Nacional del Teatro es un evento de locación itinerante), se advierte en los sectores involucrados la necesidad de aprovechar esta oportunidad de descubrir y ser descubiertos. La avidez por el intercambio con el teatro que se hace en otras provincias y en la Capital aparece como un síntoma más de un federalismo insatisfecho. Los diarios locales conceden un espacio privilegiado a los reportajes a personalidades del teatro porteño presentes en el encuentro como Lito Cruz, Mauricio Kartun o Alejandro Doria, a la vez que señalan con cierto despecho la ausencia, en la inauguración, del secretario de Cultura de la Nación Dr. José Nun o aun del gobernador de la provincia, Miguel Saiz.





Lo que se ha visto hasta ahora en el encuentro no es, con sus más y sus menos, demasiado diferente de lo que ofrece cualquier muestra teatral, no importa su localización nacional o internacional. No hay, es cierto y al menos hasta ahora, ninguna megaproducción, pero en cuanto al interés y la calidad artística de la oferta, el abanico es suficientemente amplio. A la hora de los aplausos, sin embargo, la aprobación unánime no califica ni exige. Haber estado ahí es lo que se agradece.





Lo que no resulta fácil es estar a la vez en las tres ciudades sede del encuentro. Por eso la Fiesta Nacional del Teatro hace circular sus espectáculos, encuentros, seminarios y charlas. Y a esta altura, ya existe cierto consenso en cuanto a la calidad de algunas propuestas. Es el caso de la versión de Medea, un trabajo calificadísimo del grupo Punto O, de Santa Fe, que el domingo se vio en Roca, el lunes pasó por Cipolletti y el martes concluyó su gira en Villa Regina, la ciudad que lleva en su nombre la marca de su identidad teatral: fue bautizada así en homenaje a la cantante lírica Regina Pacini, esposa del presidente Marcelo T. de Alvear, quien firmó el decreto fundacional de la localidad.


Volviendo a esta valiosa Medea, se trata de una recreación de la tragedia de Eurípides con dramaturgia y dirección de Gustavo Guirado, que actualiza y a la vez mantiene la universalidad del mito acerca de la mujer que subvierte el lugar asignado a su género por la sociedad.


Con una actuación de notable compromiso, la actriz Vilma Echeverría hace transitar a su protagonista desde la desdicha amorosa al saberse traicionada por Jasón, pasando por la búsqueda desesperada de su deseo sexual, hasta la locura asesina que la lleva a castigar al esposo infiel matando a la pequeña hija de ambos. Párrafo aparte merece la Nodriza a cargo de Margot Rubatino, una actriz de sorprendente expresividad. Pero en la concepción de la puesta, en la sugerente utilización de los elementos de utilería (una vieja heladera eléctrica que guarda una siniestra colección de muñecas), en el diálogo constante de la inocencia (las niñas Lucila Díaz y Lara Setembrini) con la muerte y en eficacia poética de la iluminación, este trabajo testimonia la excelencia y singularidad del grupo santafesino.

Nota Medea: "el primer salto..."


Extracto del Diario La Voz del Interior

29 de marzo de 2005

Por Verónica Molas


“Medea”, el primer salto.


La Fiesta Nacional, que para los rionegrinos es todo un acontecimiento, está convocando cada noche a más de 1.500 personas en sus tres sedes de General Roca, Villa Regina y Cipolletti. El domingo, los mendocinos de Y no se olviden de Toto, hicieron reír a unas 800 personas que colmaron la enorme sala del Círculo Italiano en Villa Regina. El aplauso del público, en su mayoría de la zona, interrumpió varias veces la obra. Pasadas las 23, en el auditorio de Fundación Patagonia de General Roca, el elenco santafesino de Medea debió agregar una función más. Esto es algo que empieza a repetirse con otras obras, a las que se agregan más funciones por la demanda de entradas.


Medea, que hizo la primera presentación de lujo, ofreció una noche de fuerte suspenso con su excelente versión de la tragedia. Contó para ello con una soberbia actuación de Vilma Echevarría del grupo Punto O Teatro. Dirigido por Gustavo Guirado, este grupo se presentó el año pasado en DocumentA Escénicas con la obra Mujeres oscuras.

Crítica Medea: "El mal no es algo..."


Miguel Passarini - Rosario - Sábado 16 de octubre de 2004


"El mal no es algo que está fuera del hombre”

Gustavo Guirado, al frente de Punto 0, presenta su versión del clásico “Medea”.


La vigencia de los clásicos suele en muchos casos poner en evidencia que todo fue hecho, pensado y escrito mucho antes de lo que alcanza a dictar el pensamiento. Así, nuevamente sugestionado por la magia y la consternación que provocan los personajes clásicos, el actor y director Gustavo Guirado, esta vez al frente de Punto 0 Teatro, estrenará para el público, esta noche a las 22, en El Rayo (San Martín 473), una versión de Medea, de Eurípides, con las actuaciones de Vilma Echeverría, Ricardo Arias, Margot Rubatino, y las niñas Lucila Díaz y Iara Settembrini. Medea seguirá en cartel los sábados a las 22 y domingos a las 21.

Guirado, quien tiene en su haber un largo recorrido como actor y director, dialogó con El Ciudadano acerca de esta propuesta que describe el dolor, la soledad y la venganza de Medea, esposa de Jasón, padre de sus hijos, quien va a repudiarla y a casarse con la hija de Creonte, rey de Corinto, en busca de poder, traicionándola. Esto dispara la furia de Medea, quien desata un reguero de muertes que incluye la de sus propios hijos.

“Éste es un proyecto que tengo desde hace ocho años. Uno a veces piensa que, de alguna manera, ya pasó por casi todas las instancias del teatro. Sin embargo, empezar a trabajar con Medea me hizo replantear absolutamente todo. Uno sabe mucho acerca de la tragedia en la teoría. Sin embargo, al comenzar a transitarla te das cuenta que te estás metiendo con un universo muy poderoso. Se desata algo que resulta ineludible, que te obliga a pararte de otro modo ante el trabajo de los actores que están todo el tiempo al límite”, expresó Guirado respecto de esta obra que con relación al tema de una madre que mata a sus hijos (crimen ocurrido la semana pasada en Rosario) adquirió una vigencia inusitada.Con relación al criterio de adaptación, el director explicó que la acción “transcurre en una cocina de clase media muy venida a menos, con unos pocos elementos. Después hay un fuerte trabajo sobre los textos, partiendo siempre del original de Eurípides, a lo que los actores aportaron lo suyo desde las improvisaciones”.

Respecto de los personajes, Guirado adelantó: “Aparecen Medea, interpretada por Vilma Echeverría, y Jasón y Creonte, personajes que lleva adelante Ricardo Arias, quien se desdobla frente al público. Esa fue una de las ideas iniciales: para mí Jasón y Creonte son la misma cosa, es el lugar de la masculinidad. También hay dos niñas en escena, de ocho y once años, que son las hijas”. Respecto del trabajo con las niñas, el director explicó: “Se trató de un gran desafío para todo el grupo porque trabajar con niños es complicado. De antemano supe que no podía hacer esta obra sin las niñas. No se trata de un capricho, sucede que la mirada de los niños nos impide disimular, los niños nos interpelan de una manera que a los adultos nos quita las referencias. Las niñas son las que dan el puntapié inicial de este espectáculo: corren, juegan y, delante del público, son las que, jugando a «piedra, papel y tijera», definen cuál de las dos hace la función. La que gana actúa, la otra la acompaña”.

En relación con las diferencias generacionales de los actores que participan del montaje, el director expresó: “Margot, que en la obra es la nana, es una mujer mayor, y junto con Vilma y las niñas completa los tres momentos del cuerpo femenino. Esos momentos, confrontados y puestos en evidencia, son gran parte de la obra. Si bien esto no narra en sí mismo, la presencia de estas mujeres tiene un gran poder de operar sobre el público”. Respecto del valor que tiene el texto mítico en la actualidad, Guirado detalló: “Con esta obra nos enfrentamos al misterio de la femineidad. Hace 2500 años (el original de Eurípides fue escrito en el 431ac) estos autores clásicos tenían muy claro acerca de qué escribían. Medea es uno de los mitos más poderosos de occidente, tanto o más que Edipo. Esta obra es una extraordinaria forma de acercarse a cuestiones que no se nombran pero que se perciben. Los griegos sabían mucho más de lo que imaginamos. Por eso, para poder contestar a esos horrores de la vida, primero narraron los mitos y después escribieron las tragedias”.

“Por otro lado –continuó Guirado–, hay algo extraordinario que estos autores habían descubierto y que Medea lo confirma, y es que el mal no es algo del afuera, ellos tenían la certeza de que el mal está en nosotros, del mismo modo que está el bien. Esta obra es una forma de dar cuenta de esa dualidad. Estos personajes, como los de todas las tragedias, no son malos, hacen el mal, que es otra cosa. Por otro lado, no son personajes que creen sino que saben, y ese es un estado particular de la existencia. La obra es también un gran interrogante acerca del deseo, en cuanto realidad causante de la vida y de la muerte: aquí, la misma fuerza que da vida, destruye”.


Finalmente, Guirado se explayó respecto del misterio de la femineidad que encierra el personaje: “El de la femineidad es un misterio al cual el hombre siempre supo que no podía acceder, es algo que no será develado nunca, y es maravilloso que así sea. Por eso, esta obra te da la posibilidad de acercarte a los lugares del misterio femenino. Se trata de esa cosa de destrucción y a la vez de pulsión erótica que tiene el personaje. Todo en un mismo cuerpo de mujer. Lo erótico y lo malicioso están latentes y conviviendo en cada escena de esta obra”.

Acerca de El rey, las reinas el médico y ella.



En el principio fueron la palabra y el desorden, una “oscura intuición” (1) y el cuerpo de los actores como mojones en un territorio donde el camino se crea en la misma acción del caminar, según lo cantara el poeta, un puro devenir donde en cualquier recodo “te salta la liebre”. De eso se trató el abordaje primero, de ver qué aparece de entre las sombras, del lapsus, el acto fallido, de la ocurrencia, del humor como deriva del sentido, como fisura en los hábitos del discurso. Actitud atorrante frente al lenguaje.En el principio estuvo Ionesco, el de las escenas teatrales pero también el teórico combatiente que en los años 50 y 60 desataba polémicas con la crítica oficial de la época. Podría decir que esas palabras cargadas de significación me situaron en una formidable paradoja: lo que se enunciaba en esos textos diversos me acercaban a una zona que se recortaba por fuera de los mismos. Descubrir aquello que no estaba en las palabras pero que a partir de ellas por pura resonancia hablaba desde alguna parte, apuraba el inicio del viaje. Viaje que por convención aquí llamaremos puesta en escena y que por necesidad operativa de estreno, terminamos llamando El rey, las reinas, el médico y ella.



Toda obra que se encara nos implica en la preguntas: “quién soy, de adónde vengo” (2) y es precisamente por eso que la hacemos, para aventurar algunas respuestas que compartimos con el público, pero son respuestas abiertas, precarias, que no implican cerrar conceptos definitivos, que se esbozan para en verdad dejar planteadas otras preguntas.



En este devenir de la escritura trato de explicar lo que entiendo por hacer teatro y de aclarar rápidamente que sabemos que el teatro no está en los textos, que aunque amamos las palabras de los autores, eso efímero, violento y extraño, tangible y bello de algún modo, que nos sigue convocando después de milenios y que llamamos la escena teatral se conjuga finalmente en el cuerpo de los actores disparados, instalados en el espacio y el tiempo por fuerzas que unas veces podemos nombrar pero otras tantas no, y entonces simplemente nos impulsan en caída libre y, maravillosamente, no nos queda otra cosa que actuar, que generar un lenguaje poético.



Quiero decir, con los actores nos apartamos de la interpretación más o menos feliz de las ideas del texto. Para nosotros fue el tiempo de la actuación, bien distinta es la cosa, bien distinto es accionar que interpretar. Soy conciente que dar cuenta de este principio, de esta postura frente a la teatralidad, excede ampliamente el espacio de este escrito.



Para decirlo de algún modo, con los actores y actrices de la Comedia Universitaria quisimos poner en evidencia las fuerzas que nos habitaban como personas en un tiempo y una geografía particular, pulsar un imaginario –tanto en lo colectivo como en lo individual- que generara una dramaturgia de lo ineludible, aquello que a partir de improvisaciones, de objetos e incluso de vestuarios iba surgiendo en el choque con los textos de Ionesco.



Ahí están como huellas, a veces lábiles -una gramática onírica pero en plena vigilia- la inundación del 2003, el abandono de la clase política gobernante, el extravío de todo sentido en la acción colectiva, los grandes y pequeños miedos personales, las fantasías y memorias, y de alguna manera, la noción de venganza o por lo menos de revancha en la decisión feroz de la actuación. Porque ante todo, la actuación exige un cuerpo decidido y vaya trabajo este en un país en donde hemos perdido la capacidad de decidir como cuerpo social.



Hay que ser muy valiente para ser actor/triz en estos tiempos, hay que serlo para afrontar con entereza y a las trompadas limpias la prepotencia de las “leyes del mercado” y todas esas fantasías idiotizantes sobre el “éxito” y el “triunfo” que suelen confundirnos. El teatro no es para todo el mundo, es para los que asumen el riesgo vital de la poesía, del trabajo arduo con las resonancias personales, las asociaciones múltiples de la imaginación y la acción, el ejercicio de una libertad creadora que no siempre nos ahorra la angustia de la existencia. Y que además, digámoslo claramente, nos ponen a discutir, nos incomoda, con nuestros propios vicios y malentendidos respecto al teatro mismo como acontecimiento inscripto dentro de una tradición.



La vehemencia que pongo en este escrito y que alguno puede juzgar hiperbólica obedece a la alegría que me ha dado el encuentro con actores y asistentes como éstos, que a través de ese formidable instrumento institucional que es la Comedia Universitaria de la UNL, proponen un lenguaje virulento, sin especulación, invitando al espectador a un ejercicio poético de confrontación con los principios de realidad, tan caros a los discursos del poder en cualquiera de sus formas reconocibles.



(1) Peter Brook, en Provocaciones.
(2) Alberto Ure, en Sacate la careta.
Gustavo Guirado

Crítica "El rey, las reinas, el médico y ella"


Crítica publicada en el diario El Litoral (Santa Fe) 06 de Junio de 2007


"El rey, las reinas, el médico y ella"

La violencia está en nosotros En un ámbito reconocible, "lleno de empleados públicos", reina un rey que se está muriendo. "El rey, las reinas, el médico y ella", la obra de Gustavo Guirado estrenada por la Comedia Universitaria de la UNL en Tabula Rasa, cuenta la historia de ese rey, de su territorio y de esos personajes, inmersos en un mundo de crueldad y destrucción. Ese rey tiene atributos humanos: amor a la agresión, amor al lenguaje, amor a la belleza. Pero en la plenitud de su vida no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfruta de un modo tan violento. Sólo cuando está a punto de morir parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano.


Con este texto de múltiples lecturas, Guirado abarca desde elementos sociopolíticos hasta connotaciones existenciales. El desarrollo de la trama permite construir personas más que personajes y tratar las formas específicas de relación entre ellos. En un principio, pueden aparecer en términos realistas, pero se advierte que detrás del mundo concreto existe otro plano de realidad que enriquece mucho más el punto de partida. La necesidad de orden, de forma y de contención que siente el hombre contemporáneo no es más que la otra cara de su carácter caótico. El temor y la angustia, que produce la erupción del caos, conducen a querer contenernos a través de la forma.


El texto dramático suele mezclar la realidad, la filosofía y el humor ("a mí nadie me avisó", dice el rey). Pero el humor consiste en poder cuestionar el entorno y, en este sentido, el mejor punto de partida es no sentirse seguro de nada. Por eso, tiene un matiz por cierto angustiante. El nudo de la historia del texto es, si se quiere, muy simple: hay alguien que quiere entrar al lugar donde está el otro y éste se niega a salir. Ésa es toda la historia.


La puesta en escena del mismo Guirado hace posible que la obra esté viva más allá del mismo texto, para demostrar una vez más que el teatro vive de la imaginación de los demás. De tal modo, el concepto de realidad desborda lo inmediato para abarcar varias posibilidades. Las formas de las imágenes y representaciones del mundo también expresan lo real. La imaginación se mezcla con lo que es perceptible y ofrece un enorme espacio de creatividad.


"El rey..." encierra una idea esencial: la creación salvadora es la artística, que conlleva un juego transgresor ineludible. La totalidad hace sentir al público la presión artificial de la realidad, a partir de varios elementos que se alternan en luz y oscuridad, silencio y sonido. A través del montaje se encuentra un curso no casual, no caótico, que es el vital.


Los actores son un soporte fundamental en los logros de este espectáculo. Eduardo Fessia ofrece el mejor trabajo de su carrera, a partir de una interpretación brillante y conmovedora, del mismo modo que Raúl Kreig, excelente en la resolución de un personaje que le queda como anillo al dedo, y Marcela Cataldo, exacta, precisa, segura y soberbia en una Reina Margarita para el recuerdo. María Sol Jara y Vanina Monasterolo se destacan a partir de muy buenas labores al afrontar personajes de igual compromiso. Ninguno de ellos, magníficamente dirigidos por Guirado, desecha nada perceptible por los sentidos: el golpe, el ruido, la huida, la caída, el horror, el magnetismo, la seducción, para apuntar a lo visceral, al estómago. Se trata de demostrar lo limitadas que son la inteligencia y la razón para percibir las cosas y van a una fibra íntima que reduce todo a vida o muerte, por eso despierta risa o temor, admiración o burla. Un gran juego al que se le ha dado el rol protagónico. La acción, la lucha, el sufrimiento y el gozo, si son seguidos por la declinación, producen la muerte del ser humano y al mismo tiempo impulsan un nuevo intento de vida, tal la alegoría final del espectáculo.


Roberto Schneider