Crítica Medea: "El mal no es algo..."


Miguel Passarini - Rosario - Sábado 16 de octubre de 2004


"El mal no es algo que está fuera del hombre”

Gustavo Guirado, al frente de Punto 0, presenta su versión del clásico “Medea”.


La vigencia de los clásicos suele en muchos casos poner en evidencia que todo fue hecho, pensado y escrito mucho antes de lo que alcanza a dictar el pensamiento. Así, nuevamente sugestionado por la magia y la consternación que provocan los personajes clásicos, el actor y director Gustavo Guirado, esta vez al frente de Punto 0 Teatro, estrenará para el público, esta noche a las 22, en El Rayo (San Martín 473), una versión de Medea, de Eurípides, con las actuaciones de Vilma Echeverría, Ricardo Arias, Margot Rubatino, y las niñas Lucila Díaz y Iara Settembrini. Medea seguirá en cartel los sábados a las 22 y domingos a las 21.

Guirado, quien tiene en su haber un largo recorrido como actor y director, dialogó con El Ciudadano acerca de esta propuesta que describe el dolor, la soledad y la venganza de Medea, esposa de Jasón, padre de sus hijos, quien va a repudiarla y a casarse con la hija de Creonte, rey de Corinto, en busca de poder, traicionándola. Esto dispara la furia de Medea, quien desata un reguero de muertes que incluye la de sus propios hijos.

“Éste es un proyecto que tengo desde hace ocho años. Uno a veces piensa que, de alguna manera, ya pasó por casi todas las instancias del teatro. Sin embargo, empezar a trabajar con Medea me hizo replantear absolutamente todo. Uno sabe mucho acerca de la tragedia en la teoría. Sin embargo, al comenzar a transitarla te das cuenta que te estás metiendo con un universo muy poderoso. Se desata algo que resulta ineludible, que te obliga a pararte de otro modo ante el trabajo de los actores que están todo el tiempo al límite”, expresó Guirado respecto de esta obra que con relación al tema de una madre que mata a sus hijos (crimen ocurrido la semana pasada en Rosario) adquirió una vigencia inusitada.Con relación al criterio de adaptación, el director explicó que la acción “transcurre en una cocina de clase media muy venida a menos, con unos pocos elementos. Después hay un fuerte trabajo sobre los textos, partiendo siempre del original de Eurípides, a lo que los actores aportaron lo suyo desde las improvisaciones”.

Respecto de los personajes, Guirado adelantó: “Aparecen Medea, interpretada por Vilma Echeverría, y Jasón y Creonte, personajes que lleva adelante Ricardo Arias, quien se desdobla frente al público. Esa fue una de las ideas iniciales: para mí Jasón y Creonte son la misma cosa, es el lugar de la masculinidad. También hay dos niñas en escena, de ocho y once años, que son las hijas”. Respecto del trabajo con las niñas, el director explicó: “Se trató de un gran desafío para todo el grupo porque trabajar con niños es complicado. De antemano supe que no podía hacer esta obra sin las niñas. No se trata de un capricho, sucede que la mirada de los niños nos impide disimular, los niños nos interpelan de una manera que a los adultos nos quita las referencias. Las niñas son las que dan el puntapié inicial de este espectáculo: corren, juegan y, delante del público, son las que, jugando a «piedra, papel y tijera», definen cuál de las dos hace la función. La que gana actúa, la otra la acompaña”.

En relación con las diferencias generacionales de los actores que participan del montaje, el director expresó: “Margot, que en la obra es la nana, es una mujer mayor, y junto con Vilma y las niñas completa los tres momentos del cuerpo femenino. Esos momentos, confrontados y puestos en evidencia, son gran parte de la obra. Si bien esto no narra en sí mismo, la presencia de estas mujeres tiene un gran poder de operar sobre el público”. Respecto del valor que tiene el texto mítico en la actualidad, Guirado detalló: “Con esta obra nos enfrentamos al misterio de la femineidad. Hace 2500 años (el original de Eurípides fue escrito en el 431ac) estos autores clásicos tenían muy claro acerca de qué escribían. Medea es uno de los mitos más poderosos de occidente, tanto o más que Edipo. Esta obra es una extraordinaria forma de acercarse a cuestiones que no se nombran pero que se perciben. Los griegos sabían mucho más de lo que imaginamos. Por eso, para poder contestar a esos horrores de la vida, primero narraron los mitos y después escribieron las tragedias”.

“Por otro lado –continuó Guirado–, hay algo extraordinario que estos autores habían descubierto y que Medea lo confirma, y es que el mal no es algo del afuera, ellos tenían la certeza de que el mal está en nosotros, del mismo modo que está el bien. Esta obra es una forma de dar cuenta de esa dualidad. Estos personajes, como los de todas las tragedias, no son malos, hacen el mal, que es otra cosa. Por otro lado, no son personajes que creen sino que saben, y ese es un estado particular de la existencia. La obra es también un gran interrogante acerca del deseo, en cuanto realidad causante de la vida y de la muerte: aquí, la misma fuerza que da vida, destruye”.


Finalmente, Guirado se explayó respecto del misterio de la femineidad que encierra el personaje: “El de la femineidad es un misterio al cual el hombre siempre supo que no podía acceder, es algo que no será develado nunca, y es maravilloso que así sea. Por eso, esta obra te da la posibilidad de acercarte a los lugares del misterio femenino. Se trata de esa cosa de destrucción y a la vez de pulsión erótica que tiene el personaje. Todo en un mismo cuerpo de mujer. Lo erótico y lo malicioso están latentes y conviviendo en cada escena de esta obra”.

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